Los profesionales encargados de la colocación de adoquines en las calles de Lisboa se llaman «calceteiros». Son artesanos altamente especializados en la técnica de la calçada portuguesa, un tipo de pavimento decorativo hecho con pequeñas piedras de caliza y basalto, que forman patrones y diseños en el suelo.
Los calceteiros realizan su labor de forma totalmente manual, utilizando herramientas tradicionales como el martillo de cantero para dar forma a las piedras y acomodarlas con precisión sobre una base de arena compactada. Este trabajo requiere paciencia, habilidad y fuerza física, ya que pasan largas horas arrodillados golpeando y ajustando las piedras.
La técnica de la calçada portuguesa se originó en Lisboa en el siglo XIX, cuando se pavimentó la Praça do Rossio con patrones en blanco y negro. Desde entonces, se ha convertido en un símbolo de la ciudad y de otras regiones de Portugal.
Su arte ha sido exportado a otras partes del mundo, como Brasil, Macao y Mozambique.
A pesar de su importancia cultural, el número de calceteiros ha disminuido en los últimos años debido al esfuerzo físico que exige el trabajo, los bajos salarios y falta de reconocimiento, la modernización de las ciudades, que a veces priorizan otros materiales más fáciles de mantener.
Sin embargo, Lisboa ha intentado preservar esta tradición a través de la Escola de Calceteiros, una escuela creada para formar nuevos profesionales y garantizar la continuidad de este arte. Las calles adoquinadas de Lisboa no solo son funcionales, sino que forman parte del patrimonio cultural de la ciudad.
Sin los calceteiros, la identidad visual de Lisboa perdería una de sus características más emblemáticas.