Si un sonido ha estado presente durante momentos placenteros o relajantes en el pasado, el cerebro puede asociar automáticamente ese sonido con sentimientos positivos y relajantes. Por ejemplo, el sonido de las olas del mar puede recordar a alguien de unas vacaciones relajantes en la playa. Los asociados con entornos seguros y familiares pueden tener un efecto tranquilizador. Por ejemplo, el sonido de la lluvia puede evocar la sensación de estar en casa y protegido durante una tormenta. Algunos están relacionados con ritmos naturales que pueden tener un impacto en la fisiología humana. Por ejemplo, los sonidos de la naturaleza, como el canto de los pájaros o el murmullo de un arroyo, a menudo están asociados con entornos relajantes y pueden tener un efecto calmante en el sistema nervioso.
Y los sonidos que siguen patrones repetitivos, como el tic-tac de un reloj, el zumbido de un ventilador, un motor… pueden tener un efecto hipnótico y ayudar a reducir la ansiedad al proporcionar una sensación de paz.