Afortunada

«Cuenta la leyenda que en el siglo X a San Dunstan, Arzobispo de Canterbury, se le apareció una horrible criatura con forma de animal y hombre. Este le pidió al Arzobispo, quien trabajaba de herrero en una ciudad de Inglaterra, que le colocara una herradura. A San Dunstan no le dio mucha confianza aquella extraña criatura ya que le pareció tener al mismísimo diablo frente a él. Por esto le coloco la herradura a la criatura de forma tal que le suplicara que parase por el dolor.

A raíz de esto, la herradura fue conocida como el elemento capaz de ahuyentar el mal de quien la llevase, y dado que en aquella época las casas sufrían muchos ataques de animales debido a que estaban en contínuo contacto con bosques, empezaron a colocar herraduras para que estas los ahuyentaran si es que eran enviados por el diablo.

El uso de la herradura como un amuleto de la suerte se ha transmitido en el tiempo, preservando el poder del amuleto hasta nuestros días.

Por otro lado, se dice que en la época en que los caballos perdían una herradura durante el viaje, era la oportunidad para que los pobres trabajadores ganaran dinero, podían volver a colocarle la misma al animal que los traía a cambio de una moneda. A partir de esta práctica, se comenzó a creer que encontrar este objeto y exponerlo en la propia casa traería buena suerte.»

– Christian Fasani