De Holanda a Gibraltar

En una Vespa LX de 50.

«Salí hacia la carretera solo, con el sol cayendo detrás de mí. El asfalto se extendía como una cinta negra frente a mis pies, y el rugido del motor resonaba en mis oídos. No tenía destino fijo, solo la libertad de la carretera abierta.

Las luces de la ciudad se desvanecieron a medida que me sumergía en la oscuridad de la noche. Mis pensamientos eran como luciérnagas, parpadeando en mi mente mientras conducía hacia lo desconocido. La soledad de la carretera me envolvía como una manta, y me di cuenta de que nunca me sentí más conectado conmigo mismo que en ese momento.

Cada milla que dejaba atrás era un paso hacia la autenticidad, hacia la esencia cruda de la vida… Las luces de los letreros de neón destellaban como destellos de inspiración en la oscuridad de la noche.

Las ciudades y pueblos pasaban como sombras fugaces, pero mi viaje en solitario era eterno. En cada curva de la carretera, descubría un nuevo matiz de mí mismo. La luna iluminaba mi camino, y las estrellas eran testigos silenciosos de mi travesía.

Así, en la intersección de la soledad y la libertad, continué mi viaje por la carretera, sabiendo que cada milla recorrida era una página más de mi propia historia.»

«En el camino» de Jack Kerouac.